miércoles, julio 21, 2021

Mapas táctiles de los inuit

Siempre hemos necesitado guías, más a medida que nos íbamos alejando de los instintos animales. No sabemos orientarnos como los pájaros migratorios, como las ballenas o como los elefantes por las autopistas invisibles del mundo. El conocimiento que, primero, se transmitió toscamente de forma oral necesitó de la inventiva humana para conservarse de una forma menos voluble. Así fue como comenzamos, usando todo tipo de materiales, a trazar mapas y portulanos de las tierras conocidas y de aquellas a las que, con tiento, nos íbamos adentrando.

Y una de las formas más curiosas y poco conocidas con la que los humanos nos hemos guiado la encontramos en el pueblo inuit, a quienes conocemos más como esquimales. Estos habitantes del Ártico, condicionados por el entorno de frío perenne y un invierno que se echa sobre ellos durante medio año, se las ingeniaron para confeccionar mapas de las costas que bordeaban que se podían consultar en la oscuridad y sin tener que sacar las manos de los gruesos guantes: los mapas táctiles.

Tallados en madera, los mapas táctiles inuit tratan de seguir la línea de costa por medio de protuberancias. Así se describen bahías, ensenadas, fiordos y promontorios destacables como referencia. El navegante, aún en la más absoluta oscuridad, podía seguir con el tacto el mapa y ubicarse, por no decir que si éste caía al agua se podía recuperar gracias a su flotabilidad (deciros aquí que el empleo de la madera fue muy habitual en América y Oceanía. Por ejemplo, tenemos los mapas de corteza de árbol en Norteamérica o de Bambú en el Pacífico).

De su existencia solo se tiene certeza a partir del s. XVI, aunque es evidente que su uso se remonta a la noche de los tiempos. Se conservan tres piezas muy conocidas: los mapas de madera de Ammassalik, un pueblo del sureste de Groenlandia conocido hoy como Tasiilaq. El explorador danés Gustav Holm , durante las expediciones que encabezó entre los años 1883 y 1885, fue reuniendo una ingente cantidad de información y de artefactos de todo tipo (artes de pesca, amuletos, vestimenta, etc.), hasta que dio con estos mapas que le fueron tallados y vendidos por un cazador inuit de la tribu Umivik, de nombre Kunit, y que trazanr la línea de costa entre Sermiligaaq y Kangerdlugsuatsiak, y la península entre la primera y Kangertivartikajik.

Lo más curioso del asunto es que Holm mencionó que lo importante en sí no era tener el mapa para orientarse, sino el propio acto de tallarlo, pues exigía del artista que trasladara su propio conocimiento y experiencia de la costa al pedazo de madera.

En la actualidad, dos de estas piezas se encuentran en el  Museo Nacional de Groenlandia, Nuuk, y la otra aún se conserva en Dinamarca, en el Museo Nacional danés de Copenhague.

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