miércoles, abril 07, 2021

Breve semblanza de Domingo de Bonechea y de Andonaegui

No cabe duda de que Guetaria fue la cuna de grandes marinos, aunque todos muy afectados por la larga sombra proyectada por el insigne Juan Sebastián de Elcano.

Me atrevería a decir que uno de tantos respondía al nombre de Domingo de Bonechea (o Boenechea) y de Andonaegui (Guetaria, 23 de agosto de 1713-Tahití, 26 de enero de 1775), capitán de navío de la Real Armada y miembro de una conocida familia guipuzcoana de armadores balleneros

Hijo del también capitán de navío Juan Bautista de Bonechea y de Francisca de Andonaegui, ambos naturales de Guetaria, Domingo fue bautizado en la iglesia local de San Salvador. Su carrera al servicio del Rey se iniciaría a muy corta edad, al ser enviado a Ferrol como guardiamarina, ocupando plaza después de piloto entre los años 1732 y 1740, cuando fue ascendido a alférez de fragata. Entre 1749 y 1754 debió despuntar sobremanera, pues alcanzaría el grado de teniente de navío.

Navegando por el Mediterráneo y el Atlántico norteamericano, con la siempre provechosa oportunidad de enfrentarse al enemigo Inglés, quedaron patentes los amplios conocimientos náuticos de Bonechea, así como cierta falta de capacidad o ánimo para ejercer la autoridad; aún así, siguió subiendo de escalafón, obteniendo las charreteras de capitán de fragata en 1766 y el mando la fragata Águila, bajo la advocación de Santa María Magdalena (hay dos fragatas de idéntico nombre, advocación y pabellón, de construcción ferrolana la una y francesa la otra, por lo que no hay concordia entre los expertos a la hora de determinar sobre la cubierta de cuál de ellas se paseó el de Guetaria).

Una vez aprestada la fragata, ésta zarpó de Ferrol teniendo Montevideo por escala, para seguir camino doblando el Cabo de Hornos y fondear definitivamente en El Callao, donde capitán y tripulación quedarían a las órdenes de Manuel de Amat y Junyent, virrey del Perú, bajo cuyos auspicios se efectuaron varias expediciones al Pacífico Sur a partir de 1770.

La primera de las dos exploraciones en las que participó Bonechea, ya con sesenta años sobre la casaca, dio comienzo en septiembre de 1772 y lo llevaría a Tahití, donde echaría el ancla el 12 de noviembre del mismo año. 

En los despachos españoles se tenía la sospecha de que la nombrada por los ingleses como la Isla del Rey Jorge o San Jorge debía ser una de las que descubrió Pedro Fernández de Quirós en su último viaje a las conocidas como tierras australes del Espíritu Santo (Tierras de Quirós, reconocidas en 1606); y se dice que la expedición de Bonaechea encontró en una de las islas que inspeccionó una antiquísima cruz, que se entiende como indicio más que suficiente de que la carabela San Lesmes llegó a tal punto. 

Las órdenes eran las de identificar el lugar, conforme la cartografía de la Real Armada, y reclamar su soberanía.

Gracias a las cordiales relaciones con los nativos (algo que destaca el propio comandante, sorprendido por su afabilidad, sobre todo al referirse a los habitantes de la isla llamada San Cristóbal), Bonechea dio cuenta de que aquellas costas habían sido barajadas por navíos ingleses en años anteriores (hacía diez lunas (tres años) que un barco con la enseña inglesa, sin duda el de James Cook, había echado el ancla allí), así como describe a los isleños como “[…] de color mulato, buenas facciones de cara y pelo corto por estar cortado, pintados por los muslos y manos, de cuerpo regular y traían taparrabos”.

Los tripulantes de la Águila trabaron amistad con los isleños y se escenificaron intercambios de todo tipo, siendo que lo más notable de entre lo que los nativos recibieron fueron semillas de trigo, maíz, calabaza, melón  y patata.

La visita de Bonechea fue corta, pero intensa, pues se descubrieron islas como las de Tauere (Santos Simón y Judas) y Haraiki (San Quintín) y se reconocieron las islas llamadas Anaa (Todos los Santos), Mehetia (San Cristóbal), Otaheti (Amat o Tahití) y Moorea (Santo Domingo). El de Guetaria debía identificar Otaheti como la Isla del rey Jorge y, después, regresar para avituallarse y dar con la isla de San Carlos o de Pascua (anteriormente Tierra de David y de efectiva soberanía española desde 1770), así como volver a la Polinesia para obtener el sometimiento voluntario de los notables isleños al rey Carlos III. Cumpliendo la encomienda, en febrero de 1773 Bonechea se lo vio en Valparaíso, donde reportó la existencia en las islas inspeccionadas del árbol del pan y su consumo por los naturales del archipiélago polinesio.

En 1774 Bonechea encabezaría una última expedición al mando de la Águila, siendo esta vez acompañada por el paquebote Júpiter, al mando de José de Andía y Varela, con el objetivo de tomar posesión efectiva de la isla de Pascua. Ambos barcos zarparon de El Callao en septiembre y el 26 de octubre se separaron, para llegar a Tahití a comienzos de noviembre, tras errar los cálculos de derrota; no obstante, se aprovechó la oportunidad para inspeccionar quince islas y descubrir las de San Narciso (Tatakoto), de las Ánimas (Amanu), de los Mártires (Tekokoto), San Juan (Hikueru), San Julián (Motutunga), San Blas (Faaite y Tahanea), San Diego (Makatea), Tres Hermanos (Tetiaroa), Pelada (Maiao), de los Pájaros (Maiao), Hermosa (Huahine), Princesa (Raiatea), isla próxima a la Princesa (Tahaa), San Pedro (Borabora) y San Antonio (Maupiti). El 5 de enero de 1775, Bonechea, además, conseguiría la firma de la Declaración o Convención de Tautira, por la que los tahitianos juraron lealtad y vasallaje al rey Carlos III.

Podría decirse que Bonechea “ya podía morirse en paz”, fatal y natural desenlace que le aguardaba ese mismo mes de enero de 1775. Tras su sepelio, el de Guetaria fue enterrado en el puerto de Tautira, mismo lugar donde se levantaría una misión franciscana de corta duración y, más adelante, la iglesia de Nuestra Señora de la Paz.


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