miércoles, junio 02, 2021

Un ariete al servicio de Su Graciosa Majestad

Interpretación del diseño primitivo del Polyphemus, contenida en la obra «Acorazados de todo el mundo, de Gino Galuppini (1984), nombrado así en honor a uno de los navíos de la escuadra de lord Horatio Nelson en Trafalgar

Cuando tratamos en su día del uso del espolón como arma, incluso en tiempos modernos, se mencionó, muy de pasada, al HMS Polyphemus. En aquella no había dado con mucha información al respecto, por lo que no dejó de ser un mero apunte que hoy me dispongo a dignificar, pues el navío se lo merece por ser “único en su especie”.

Plano contenido en la obra «The British battle fleet»,
de Fred T. Jane (1915)

Fruto de los desvelos y, quizá, de cierta demencia por parte del almirante sir George Sartorius, por un lado, y de la mera existencia del buque Vesubius diseñado por Nathaniel Barnaby, por otro lado, el Polyphemus, no fue el único ariete torpedero acorazado de la Historia, pero sí uno muy singular. Su única arma (sí, única), era el espolón de proa y, como apenas sobresalía del agua, carecía originalmente de una superestructura como tal, asemejando su aspecto a lo que acabó entendiéndose como la forma ideal de un submarino. Es más, su línea primitiva recuerda en buena parte a un navío como el que imaginara Julio Verne para que el capitán Nemo surcara los siete mares por debajo de la superficie y atacara a sus enemigos por “raming”.

La quilla del Polyphemus fue colocada en los astilleros del arsenal de Chatham en septiembre de 1878, siendo botado en junio de 1881 y entregado al año siguiente. Poseía unas dimensiones nada despreciables de 73,1 m. de eslora, 12,2 m. de manga y 6,1 m. de calado. Desplazaba 2.640 toneladas gracias a un aparato motor compuesto por dos máquinas Humphrys alternativas de doble expansión, dos hélices y doce calderas tipo locomotora (luego sustituidas por cilíndricas), dispuestas en cuatro salas, que suministraban 5.500 CV de potencia y le permitían alcanzar una velocidad máxima de 17,8 nudos con un radio de acción de 3.400 millas a velocidad económica.

El coste total de su construcción ascendió a 174.450 libras esterlinas.

Dibujo extraído de la obra «Warships 1860-1970»,
de J. M. Thorton (1973)
Muy marinero, su casco cilíndrico fijaba un centro de gravedad muy bajo y, por tanto, una escasa cubierta de apenas 1,37 m. por encima de la superficie, lo que obligaba a los artilleros enemigos a ser muy precisos ante un blindaje uniforme de 50,8 mm. Además, contaba con pañoles especiales para 300 toneladas de lastre que se podía desprender para evitar escoras en caso de inundaciones. Es más, en pruebas demostró su capacidad innata para evitar el impacto de hasta siete torpedos lanzados en sucesión, aunque por aquella época todavía estaba muy verde la puntería con esta arma.

Los resultados de los exámenes fueron altamente satisfactorios para este navío experimental, tanto como para destacar que su ariete era como un cuchillo afilado, aunque no entraba en la cabeza de muchos que un buque de guerra tuviera como única arma un espolón móvil (que se podía retirar a voluntad), por lo que se modificó su diseño para añadirle cinco tubos lanzatorpedos (uno bajo el espolón y cuatro por parejas en ambos costados, con una santabárbara capaz de cargar de 18 torpedos), y una mínima superestructura, a mayores de la torre de mando, chimenea y mástil (así como aparejos para botes), para la instalación de casamatas para seis ametralladoras Nordenfeld, lo que le confirió un aspecto más “normal”.

Parecía que el Polyphemus se lo comería todo y estaba destinado a ello si la tecnología naval no siguiera avanzando a pasos agigantados con el desarrollo de los destructores y los torpederos, algo sobre los que los españoles tuvimos mucho que decir.



Por orden, el Polyphemus en alta mar,
el comandante Edward L. Lang y
en dique, en Malta (Navy and Army Illustrated, 1898)

Con una dotación de 146 hombres, el Polyphemus estuvo encuadrado en la escuadra británica del Mediterráneo ya en 1882 y haciendo frente a ciertas tensiones con la Rusia zarista en 1884.

Fue dado de baja en 1903 y vendido, perdiéndosele la pista para siempre.

«Ironclad in action», de H. W. Wilson (1896)


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