El menos paciente puede sentirse abrumado ante el número de filmes protagonizados por Michael Caine donde el espionaje, la conspiración, la mentira y la confusión son los platos fuertes. Desde los lejanos años 1960 hasta fechas recientes, es un actor que ha puesto su arte a la hora de interpretar hombres de toda condición que participan en una carrera a la desesperada para evitar un desastre, y «El pacto de Berlín» no es ajena a su filmografía
En esta ocasión, Caine pone rostro a Noel Holcroft, un reputado arquitecto de la Gran Manzana neoyorquina que siempre ha huido de un incómodo origen: su padre era el general Heinrich Clausen, uno de los más destacados y fanáticos nazis, criminal de guerra a título póstumo.
El comienzo de la cinta nos traslada al Berlín de 1945, bajo las bombas aliadas. Allí presenciamos una extraña escena en la que los oficiales Clausen, Von Tiebolt y Kessler firman un pacto y se suicidan, centrando toda la atención en un curioso maletín que será la herencia del entonces aún bebé Noel. ¿Qué es ese pacto que da nombre a la cinta? ¿Qué se esconde tras él? Tal y como le es presentado a Holcroft en Ginebra, su padre y sus dos compañeros se dedicaron durante los últimos meses de contienda a desviar fondos del III Reich en un intento, para el futuro, de compensar todo el horror causado al darse cuenta del error en el que incurrieron al seguir a Hitler y su loca camarilla. A fecha del encuentro con el banquero Manfredi, encargado de custodiar los documentos, la cifra asciende a 4,5 billones (sí, con b) de dólares, lo cual hace cambiar el gesto a Holcroft ante las posibilidades que ofrecen poder disponer, como presidente de la sociedad por ser el hijo del cabecilla, semejante cantidad (sigue leyendo)
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