EUROPA PRESS > MADRID
El mal tiempo con el que amaneció ayer la capital de España deslució el desfile de la Fiesta Nacional, en el que desfilaron alrededor de 4.600 efectivos y que estuvo presidido por los Reyes Don Juan Carlos y Doña Sofía, acompañados por los Príncipes de Asturias, desde la madrileña Plaza de Colón.
Aunque no llegó a llover en Madrid, el clima obligó a reducir el desfile aéreo y a suprimir la llegada de la bandera desde el aire. Junto a la Familia Real estuvo el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que fue recibido con abucheos, y Carme Chacón, que se estrenó como ministra de Defensa en este acto. Los Reyes y los Príncipes, acompañados por los duques de Palma y la duquesa de Lugo, la infanta Elena, por primera vez sin Jaime de Marichalar, saludaron a su llegada al jefe del Ejecutivo, a la ministra de Defensa, Carme Chacón, a la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, y a la presidenta del Parlamento regional, Elvira Rodríguez. Tras el saludo, el Rey pasó revista a los efectivos y se situó en la tribuna de autoridades acompañado por el resto de la Familia Real y el Gobierno en pleno. La llegada de los monarcas vino precedida por la del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, que volvió a ser recibido con gritos y abucheos por parte de un sector del público invitado situado a la derecha de una de las tribunas de autoridades. Por su parte, el vicepresidente segundo, Pedro Solbes, en la reunión de la Asamblea del Fondo Monetario Internacional (FMI) en Washington, y el de Industria, Miguel Sebastián, no estuvieron presentes. Los actos comenzaron con el izado de la bandera y el homenaje a los que dieron su vida por España, en el que este año participan 16 familiares de militares fallecidos en 2008 en accidentes o atentados terroristas. La nubosidad registrada durante la mañana de ayer en Madrid obligó a reducir el desfile aéreo que tuvo lugar en el Paseo de la Castellana y a suspender el salto paracaidista con el que se iba a trasladar desde el aire hasta la céntrica plaza madrileña la bandera que presidió la parada militar, que este año reunió a más de 4.600 militares y 250 vehículos. Homenaje > Estuvieron presentes en el desfile un total de 20 familiares de los militares fallecidos en acto de servicio este año. Entre los que participaron en el acto de homenaje a los caídos se encontraban la viuda y el hijo del brigada Luis Conde, el último militar asesinado por ETA, los familiares de los últimos militares fallecidos en accidentes en Bosnia, Kosovo y Líbano y los familiares de los dos guardias civiles que murieron por el atentado de ETA en Capbretón (Francia), Fernando Trapero y Raúl Centeno. Acompañado por el presidente del Gobierno y los presidentes del Congreso y del Senado, José Bono y Francisco Javier Rojo, el Rey don Juan Carlos y dos oficiales fueron los encargados de colocar la corona de laurel ante la bandera de España, en recuerdo de los fallecidos, al son de la marcha fúnebre mientras los guiones y banderines se inclinaban en señal de duelo y respeto. Concluida la honra con el disparo de las salvas y el paso de la Patrulla Águila para dibujar los colores de la bandera nacional en el cielo, el desfile aéreo se limitó a una nueva pasada de los siete reactores de entrenamiento de la patrulla acrobática del Ejército del Aire, que dejó de nuevo su estela de humo rojigualda, esta vez sobre la vertical del Paseo de la Castellana.
Un historiador data las primeras mareas negras en la II Guerra Mundial
DANIEL SALGADO - Santiago - 13/10/2008
El 24 de diciembre de 1941, el avión bimotor Bristol Beaufort, perteneciente al 22º escuadrón del Mando Costero británico, torpedeaba al petrolero alemán Benno. Pero lo peculiar de esta acción de guerra reside en el escenario: el puerto de Cariño, en la costa norte de Galicia. Para el historiador Juan Carlos Salgado, nacido en São Paulo en 1960 aunque residente en Lugo, el hundimiento del Benno fue "la segunda marea negra registrada en la costa gallega, a pesar de que el vertido fue gasóleo".Salgado relata este bombardeo y otros "incidentes marítimos ocurridos en la II Guerra Mundial entre la frontera portuguesa y francesa" en su libro Marea roja marea negra, publicado por la editorial Galland Books. "Galicia ocupa aproximadamente la tercera parte del estudio", explica, "pero en algunos aspectos es una de las zonas más importantes". El autor, profesor de inglés en la enseñanza secundaria, ilustra su afirmación con los puertos de Vigo y Ferrol: "En estas ciudades repostaban frecuentemente los submarinos alemanes". De las 23 operaciones de reabastecimiento de la Armada nazi realizadas en territorio español, y pese a la "neutralidad" oficial del entonces reciente régimen de Franco en la confrontación mundial, once lo hicieron en puerto gallego.
Juan Carlos Salgado, dedicado a labores de historiador por vocación, también menciona "los ataques contra la navegación de barcos de toda nacionalidad e incluso barcos alemanes que atacaron pesqueros gallegos". La confusión reinaba frente a las costas del noroeste peninsular hasta que, mediada el conflicto bélico, los aliados prohibieron las faenas pesqueras en el Gran Sol. "Ametrallaban a los paquebotes y echaban panfletos de propaganda en español; en una ocasión, los aliados llegaron a lanzarlos sobre Ferrol". La aviación que se enfrentaba al eje Berlín-Roma-Tokio incluso hundió varios pesqueros, "desembarcando las tripulaciones en suelo inglés".
Pero Salgado señala como primera consecuencia de la II Guerra Mundial en Galicia "la llegada de náufragos ya durante el primer año de contienda". La "marea roja" a la que se refiere el título del libro "es la sangre de los heridos" arribados a las playas galaicas. Los militares y marineros eran internados en lugares como la base naval de Ríos, en Vigo, en las inmediaciones de A Guía. "Fue el caso de la tripulación de una barcaza inglesa embarrancada en Asturias", narra, antes de puntualizar: "No se trataba de prisioneros de guerra, pero permanecía internados hasta el final de la guerra". No siempre. El historiador habla de "repatriaciones ilegales de alemanas, antes de 1945". "Sí, España era aliada, pero inclinada hacia un lado", ironiza.
Fue en Vigo, "uno de los grandes centros de espionaje durante la II Guerra Mundial", donde permanecía atracado e inactivo el petrolero alemán que los aliados detectaron en el verano de 1943. El buque, reclamado por un ejército nazi que comenzaba a atisbar la posibilidad de una derrota, emprendía rumbo a Alemania cuando fue cazado por la aviación aliada. Al intentar refugiarse en Camariñas, el casco tocó fondo y rompió, vertiendo toneladas de gasóleo y originando "la tercera marea negra de la historia de Galicia". El dudoso honor de ser pionero corresponde a otro petrolero, pero soviético y de nombre Boris Sheboldaev, que el 20 de agosto de 1934 naufragó también en Camariñas.
Los datos, y las investigaciones, recogidos por Juan Carlos Salgado en Mareas rojas mareas negras se encontraban diseminados por medio mundo. "Los archivos del Ministerio de Asuntos Exteriores y del Aire, en Madrid, los Nacionales de Gran Bretaña y Estados Unidos o los Federales alemanes", recuenta, "fueron mis fuentes, además del de la Armada de Ferrol". La busca de partidas de defunción y de los archivos parroquiales conformó igualmente el modus operandi de Salgado en su libro y en el que publicará el año que viene, dedicado a los lances aéreos: Alas, hélices y botas. "Todo empezó cuando me contaron como dos aviones alemanes derribaron a otro inglés en Carballo", admite, "y por mi curiosidad por el Cementerio Militar Alemán que hubo en A Coruña hasta los 80, donde enterraron todos los caídos alemanes en España durante la II Guerra Mundial".
Sobre los acontecimientos bélicos en el área gallega existen ya algunas publicaciones. Además de los populares estudios de Eduardo Rolland, editados por Xerais, Hixinio Puentes escribió varios libros alrededor de los naufragios en la costa, "valiosos", según Salgado. "Pero Lobos acosados, de Tojo Ramallo, es el mejor, porque hay otros exitosos pero no dignos de ser considerados libros de historia", apunta.
1 comentario:
Pero no para un gato que lleva cinco años seguidos (los mismos de su vida) asistiendo al desfile. Me ha llegado al alma, la verdad.
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